La
tormenta de arena estaba terminando. A pesar del dolor que le causaba la arena
en los ojos, la figura que ahí se encontraba no detenía su paso. El extraño
hacía un esfuerzo sobrehumano para no detenerse, porque si lo hacía quedaría
completamente cubierto por la arena del desierto.
Unos
minutos después el viento cesó y el cielo se despejó, La figura se detuvo y
miró a su alrededor para comprobarlo, un instante después volvió a caminar como
si nada. Ni siquiera hizo un intento por sonreír a pesar de que dentro suyo
había una sensación que podría llamarse alegría.
Hacía
tiempo ya que la tormenta de arena se había disipado por completo y el hombre
seguía caminando por el desierto sin siquiera vislumbrar la posibilidad de
detenerse, hacía poco tiempo que había pasado el mediodía.
Ese
extraño era un hombre de mediana edad, en su cenit. Desnudo y lampiño, con
pronunciados rasgos y cara de nada. Con paso seguro caminaba incansablemente
por aquel océano de arena infinita. Con mirada ingenua, y rostro decidido. El
sol era radiante y no había ninguna nube a la vista (¿quién sabe hacía cuantos
años que no había una nube por ahí?) La temperatura era altísima, pero eso no
molestaba a ese hombre a pesar de tener la piel escaldada. El sol radiante
quemaba su piel pero el no sentía dolor. Es que había desconectado sus
circuitos de irrigación sensorial externa. De lo contrario estaría
absolutamente paralizado por el dolor que le hubieran causado las tres heridas
de importancia que tenía. Su brazo izquierdo estaba en pésimo estado. Casi
destruido totalmente. Partes de su bio-estructura se escurrían minuto a minuto,
era muy difícil calcular el grado de los daños pero era seguro que la perdida
de las funciones sería total...
El
daño era tal que la función autorreparativa de su biomecánica ni siquiera se
activó. Automáticamente se había relegado al último lugar en la lista interna
de tareas pendientes, casi sin esperanza en absoluto. También estaba dañado su
pie izquierdo y, en menor medida, el muslo de la misma pierna. Al pie solamente
le faltaban unos dedos y parte de la planta, así que tardaría unas semanas en
autorrepararse, mientras que la herida en el muslo era menor y solo tomaría
unas horas mas de dedicación en segundo plano de las partículas
bioestructurales para concluir la reparación.
Con
todo eso estipulado el extraño trató de ver la situación y los motivos por los
cuales se encontraba caminando por el desierto, herido, hecho un despojo de
tecnología viviente y pensante. Buscó a través de sus neurotransmisores y en su
cavidad almacenadora de memoria pero todo estaba en blanco, incluso revisó su
bitácora interna, pero está también estaba vacía. No tenía ningún recuerdo
anterior a la tormenta de arena, parecía todo borrado a propósito.
En
ese momento una voz resonó en su mente...
...te
llaman anomalía...
El
extraño se sorprendió al escuchar aquel susurro. Miró frenéticamente a su
alrededor aún sabiendo que se encontraba solo, sus sentidos no podían percibir
absolutamente nada. ¿Me llamo anomalía? El extraño estaba desconcertado, esa
voz ancestral había resonado desde
dentro suyo, golpeándolo como un latigazo. Anomalía. Ese era su nombre. Esa
verdad lo conmovió, perdió el equilibrio y cayó de rodillas. Se encontraba
sufriendo una crisis en los sistemas mentales primordiales, casi lo que podría
llamarse un colapso total.
Anomalía
temblaba y hasta una salada lágrima corrió por su rostro mientras comprendía
que aquella frase tenía gusto a recuerdo olvidado a propósito. En ese momento
descubrió que su memoria no había sido borrada sino bloqueada, y que ese no era
un bloqueo total. Aquella frase provenía de su propia memoria y había escapado
a la barrera que detenía todos los otros recuerdos.
Arrodillado
en la ardiente arena permaneció horas enteras, buscando entre sus
neurotransmisores el lugar exacto por donde aquel recuerdo escapo al bloqueo,
pero no hubo suerte, todo el sector de la memoria a largo plazo estaba en
blanco.
Una
señal de aviso interna lo sacó de su introspección, había concluido la
reparación de su muslo. Revisó sus funciones aún estando seguro de que la
reparación era perfecta, era una suerte de orgullo lo que sentía por sus
bioparticulas, nunca fallaban Después continuó su caminata.
Estaba
anocheciendo, su reloj interno activó automáticamente el modo de descanso. El
extraño quedó dormido inmediatamente en el lugar en donde se encontraba, sin
posibilidad de réplica.
En
sus sueños una imagen difusa apareció ante él. Se trataba de una mancha de
color plateado, algo metálico, con forma de rombo, en cuyo centro se encontraba
un brillo carmesí. Un trueno causó que estallase en mil partes dejando a su
paso una luz cegadora... A su alrededor, Anomalía escuchaba un murmullo de
asombro mientras que la luz lo inundaba todo.
El
extraño se despertó sobresaltado, bañado en sudor artificial y con los
circuitos químico-emocionales alterados. Todos sus circuitos funcionales
internos estaban acelerados notoriamente. Le tomó unos segundos serenarse,
finalmente se puso de pie y comenzó a andar. Estaba amaneciendo.
Pasó
las horas siguientes caminando sin prestar la atención debida a su entorno,
porque el sueño que había tenido lo desequilibraba emocionalmente. Anomalía
estuvo todo ese tiempo sin poder dejar de pensar en su sueño y para peor, cada
vez que recordaba aquello sentía un
escalofrío. Finalmente llegó a la impulsiva conclusión de que estar en aquel
estado podía resultarle perjudicial para su integridad física, entonces cambió
su modo interno de funcionamiento; así abandonó el estado de "Vigilia consiente
para entrar en el de ¨Supervivencia/adaptación¨. De esta forma todos sus
recursos estarían ligados a la observación y asimilación del medio y de los
cambios que ocurrían, así como de las estadísticas aproximadas sobre lo que
ocurriría a su alrededor.
Así
permaneció por más de seis horas de marcha, hasta que sus sistemas de rastreo
lo alertaron sobre una estructura no natural que se encontraba a varios
kilómetros de distancia, al límite del alcance de su senso-radar.
Un
sentimiento agradable conmocionó a Anomalía, era una extraña forma de ansiedad,
saturada de adrenalina. Anomalía tuvo que detenerse por un instante, ya que
aquella sensación estaba apunto de hacer colapsar su centro quimico-emocional.
Intentó calmarse, segregando pequeñas dosis de neurodopamina para relajar su
agitada mente, pero aquella sensación había causado una revolución dentro de
los transmisores neuronales de Anomalía y la calma absoluta parecía una utopía.
Nuevos
datos llegaban a su conciencia. Eran recuerdos relacionados con aquella
emoción: Era apenas un adolescente ansioso, estaba sentado, rodeado de otros
como él, miles dentro de una habitación gigante. Las paredes y el techo eran
grises y todo parecía frío y estéril, incluso sus semejantes, no había forma de
distinguir uno de otro. Eran miles y estaban todos allí esperando algo. La
ansiedad y la excitación hacían que esa espera le resultase una tortura.
Nuevamente
se repitió la escena del sueño. Y cuando la luz cegadora se hizo presente y los
murmullos crecieron un inmenso terror invadió a Anomalía.
En
total los recuerdos de Anomalía, anteriores a la tormenta de arena, no pasaban
de un par de segundos, pero tenían un efecto poderoso dentro suyo, capaces de hacerlo
detener su marcha y turbarlo infinitamente. Esto lo inquieto y hasta sentirse desganado
y perdido. Pero nuevamente tomó el control de la situación y decidió que sería
buena idea dirigirse hacia la estructura para ver de qué se trataba. Entonces
fijó su ruta y marcho en el modo supervivencia/adaptación, solo porque no
deseaba gastar energías extras vagando por sus recuerdos.
Caminó
durante dos días y dos noches en aquella dirección, hasta que finalmente llegó
en el mediodía del tercer día.
Se
trataba de una construcción de más de veinte metros de altura, totalmente
derruida. Era imposible calcular su antigüedad exacta. Anomalía pensó que
también sería un despropósito gastar recursos en semejante tarea sin motivos,
pero con solo ver el estado en que se encontraba podía deducirse que se trataba
de una construcción histórica, con siglos bajo la arena, enterrada y dejada al
descubierto por los vientos y las tormentas innumerables veces.
-Siglos,
quizás un poco mas- concluyó Anomalía para detener un impulso científico que,
de otra forma, le demandaría aproximadamente unas once horas y veintitrés
minutos en satisfacer, según sus estadísticas internas automáticas le
indicaron.
Anomalía
permaneció frente a la estructura por unos minutos, observando su
majestuosidad, y apreciando, casi artísticamente, como esa semejante mole
artificial rompía la llanura ondulante.
Una
nueva sensación acometió contra la calma de Anomalía. Se sentía pequeño en
comparación con aquella estructura. No era simplemente una cuestión de tamaño
ni una mera observación, El se sentía realmente pequeño, solo rodeado de nada. Un
escalofrío no programado nació en los pies de Anomalía y subió por su espalda
causándole extrañeza. Era una reacción primal, indetenible, inexplicable a la
lógica, y en el momento en que llegó al final de su recorrido, Anomalía
descubrió que aquel impulso primitivo había desbloqueado otras partes de su
memoria.
Tardó
unos instantes en reconocerse a sí mismo en la mesa de operaciones. Era apenas
un bebé, y unas maquinas trabajaban sobre su cuerpo con objetos punzantes y con
destellos de luces. Esto causaba un gran dolor al pequeño Anomalía, pero
después de colocar unos cables en su cabeza el dolor cesó por completo. Solo
quedaba una sensación de miedo que después de unos segundos se disipó. Unas
horas después el proceso había terminado. Entonces fue llevado por personas sin
rostro hacía unas cámaras transparentes, su centro de raciocinio le indicó que
eran tantas como adolescentes sentados en su anterior sueño. Fue dejado en una
y el dolor en su cuerpo volvió con más fuerza que nunca. En ese momento escuchó
una voz que hablaba directamente a su mente, esa voz le decía que estaba en una
“cámaradeincubación” y que el dolor se debía a que su cuerpo estaba creciendo
aceleradamente. Quien le hablaba se presentó como “El encargado”
Anomalía
desconocía el significado de estas palabras, pero de alguna forma el tono
calmado de la voz de El encargado logró tranquilizarlo, después de unos minutos
el dolor se detuvo, Anomalía pasó largas horas dentro de la cámara y aprendió a
confiar en El encargado siempre le indicaba lo que ocurriría y lo tranquilizaba
cuando el dolor se hacía insoportable. Finalmente las luces de la cámara se
apagaron, Anomalía estaba listo para salir.
Al
terminar de revisar esa partida de recuerdos Anomalía pensó una última vez en
aquella voz y una sensación cálida y agradable hizo que sonriera.
Un
minuto después volvió en sí. Miró la estructura por última vez y se marchó.
Para
cuando cayó la noche la construcción ya se había hundido en el horizonte.
En
sus sueños volvió a reaparecer la misma escena de antes, pero esta vez todo era
más nítido. El rombo plateado con su rubí central, se encontraba frente suyo.
Las paredes y el techo eran de un color verde metálico. A su alrededor el
murmullo se hacía audible. Una palabra se repetía constantemente: Anomalía.
El
trueno calló todos los murmullos, y el suelo empezó a temblar. La luz cegadora
hirió a Anomalía. Y donde antes hubo murmullo, ahora habían gritos de asombro.
Anomalía se despertó sobresaltado, su radar lo
alertaba sobre una tormenta de arena que se dirigía hacía donde el se
encontraba. Estaba amaneciendo.
Automáticamente
comenzó a correr en dirección contraria a la tormenta. Debía alejarse lo más
rápido posible de la tormenta. La herida de su pie aún no estaba reparada por
completo y su brazo seguía inutilizable. Esto complicaba seriamente su huida y
como lo había previsto desde el comienzo de su carrera desesperada, un centenar
de metros bastó para que la tormenta lo alcanzase. Una vez dentro supo que era
inútil luchar contra la tormenta, así que dejó de correr para solamente seguir
caminando hasta que la tormenta cese, sabía que si en algún momento se detenía,
sería sepultado vivo por las toneladas de arena que la tormenta dejaba a su
paso.
Anomalía
caminó tres días enteros sin detenerse. En la mañana del cuarto la tormenta se
detuvo y Anomalía se encontró frente a frente con otra construcción mucho más
extraña que la anterior. Mucho más antigua también por lo que le indicaba sus
circuitos exploradores internos. Frente
suyo se erigía un portal de más de cien metros de altura. Parecía labrado en un
mineral que Anomalía no pudo reconocer, y según su sistema cualitativo era
imposible de fechar su antigüedad. El material era oscuro, frío y opaco.
No
parecía algo de este mundo.
El
descubrimiento despertó asombro en Anomalía, pero esta sensación fue
rápidamente reemplazada por otra mucho más desagradable. Anomalía sintió miedo
y desamparo frente a este portal. Y nuevamente recordó. Viose corriendo hacia
unas puertas plateadas que se cerraban a medida que el se acercaba. A pesar de
sus esfuerzos supo que no llegaría y en un acto desesperado, lanzó su cuerpo
hacia la cada vez más pequeña apertura.
Un
estruendo indicó que las puertas se habían cerrado, Anomalía apretaba los ojos
para resistir el dolor, luego de unos instantes de shock pudo concentrarse lo
suficiente como para cancelar la función “dolor” de su sistema regulador. Con
temor abrió los ojos para descubrir que gran parte de su cuerpo había sido
prensada por la puerta al cerrarse y peor aún era que el se encontraba fuera...
Anomalía
cayó de espaldas sobre la hirviente arena. Acongojado, como si hubiera
descubierto muchas cosas más de las que descubrió. Miró su brazo faltante y
suspiró.
Tambaleante
se puso de pie y se acercó hacia el portal en frente suyo, y apoyó su mano en
él frió mineral. Una lágrima corrió por su rostro ahora inmutable, y así
permaneció hasta que anocheció.
En
su sueño apareció una vez más la escena anterior, pero esta vez fue muy
diferente a las demás. Ahora podía ver con claridad lo que ocurría. Nuevamente
se encontró frente al rombo plateado y un instante después este estalló para
dar paso a la luz cegadora y a los gritos. A medida que pasaron los segundos y
sus ojos se acostumbraron al brillo, los gritos dieron paso a murmullos y a
expresiones de asombro. Delante suyo se encontraba el desierto. Pero no a su
alrededor, ahí estaba bajo techo y en una habitación enorme, con un tumulto a
sus espaldas. En ese momento sitió como una mano se apoyaba sobre su hombro.
Anomalía giró la cabeza para ver quien era y vio a un hombre ya anciano, con
una sabia pero triste expresión en el rostro, a quien Anomalía reconoció como
El encargado, este bajo la mirada al encontrar los ojos de Anomalía. Un segundo
después Anomalía preguntó al Encargado si se encontraba bien, a lo que aquel
respondió con una sonrisa mecánica. Anomalía miro a su alrededor y vio a mas de
un centenar de figuras similares al Encargado, vestidos con túnicas y capuchas
coloridas e idénticas para todos.
Algunos
se horrorizaron al haber sido vistos por Anomalía, otros se taparon las caras,
pero lo que los caracterizaba era la expresión de asombro ante el desierto que
se habría ante ellos.
Las
puertas estaban abiertas por completo, Inmediatamente Anomalía supo que eso no
era algo que pasase regularmente.
El
encargado señalo hacia el exterior y miró a Anomalía, como indicándole que
hacia allí debía dirigirse, un segundo después, suavemente, presionó su hombro
con una mano para encaminarlo.
Lo
acompañó unos pasos. Anomalía comenzó a sentir miedo. Porque comprendió que se
dirigía hacia lo desconocido. Porque era el único. Porque...
El Encargado se dirigió a el nuevamente-
Debes ir por ese camino, señalando el desierto. No debes detenerte por mucho
tiempo, es peligroso que vuelvas atrás.-
Anomalía
sintió que era imposible resistirse a esa orden, pero un segundo antes de
partir se volvió hacia El encargado y le preguntó el por qué de su partida.
El
encargado se acercó a él por una ultima vez y le dijo –Eres un fallo en el
sistema, nuestros expertos te llaman anomalía. Nuestro mundo ya esta ordenado y
no nos sobran recursos. No podemos darnos el lujo de mantenerte con nosotros únicamente
por gusto científico. Ahora camina.- Después de escuchar estas palabras y sin
haberlas comprendido, Anomalía se encontró caminando por el desierto cuando
escuchó un estruendo similar al que habían hecho las puertas al abrirse. Dio la
vuelta y vio como, detrás suyo, las puertas de una majestuosa ciudad plateada
se cerraban. Corrió, con toda la velocidad que pudo, lleno de miedo y de
angustia. Corrió, dio su mejor esfuerzo, pero eso no alcanzó para llegar a
tiempo. Como consecuencia su brazo y su pierna fueron aplastados por las
gigantescas hojas de plata de unas puertas sin misericordia.
Anomalía
abrió los ojos, estaba amaneciendo, se puso de pie y sacudió la arena de su
cuerpo. Pensó en quedarse un momento observando el amanecer, pero una voz
interior le decía que debía marchar. Anomalía comenzó a caminar por el
desierto, sin un destino, totalmente a la deriva. Añorando en secreto la ciudad
de plata que lo había expulsado.