domingo, 11 de septiembre de 2011

Cuidado con las ofertas

Al principio, como era de esperarse, a nadie pareció llamarle la atención la máquina del tiempo. Apareció publicitada en una revista como tantos otros artilugios ingeniosos que solo servían en la imaginación de sus compradores. La única diferencia era que la máquina del tiempo sí funcionaba. El aviso era bastante simple: ¿cansado de llegar tarde? ¿siente que no le alcanzan las horas del día? TimeStop® es la solución a sus problemas. El aparato era una cajita de unos veinte centímetros de lado por cuatro o cinco de alto con un pulsador en su centro. De más está decir que no se trató de un éxito comercial, y eso no era precisamente debido a que el producto fallase; de hecho, innumerables travesuras fueron perpetradas por sus dueños (niños en su totalidad, por suerte). El pulsador permitía al usuario detener el tiempo con una pulsación quedando él libre de hacer lo que se le ocurriese, la detención temporal duraría mientras las baterías del producto tuviesen carga óptima, al bajar la carga un mecanismo automático se disparaba retomando al tiempo a su flujo normal. Todo esto pasó desapercibido por los adultos responsables que solo vieron como sus hijos e hijas ponían baterías nuevas en una cajita que las consumía en instantes sin que nada especial ocurriese. Los padres nunca entendían por que eran tan felices sus hijos con el TimeStop®. Sin embargo las ventas del producto alcanzaron para costear los costos y financiar un futuro relanzamiento mejorado del producto. Dos años mas tarde apareció en las revistas dominicales el TimeMaster®, versión mejorada de su predecesor y de ahí solo pudo suceder lo peor. Un incauto compró el aparato y luego de activarlo se le soltó de las manos, estallando en mil partes al chocar contra el suelo, quedando el tiempo detenido para siempre.