miércoles, 12 de febrero de 2014

La toma de la Casa


Tomar el sótano fue fácil, los informes de inteligencia estaban acertados y no tuvimos ningún tipo de problemas con los locales. La cabeza de playa fue de madrugada, a las 5200 horas. Estuvimos trabajando en el máximo silencio y, según lo previsto, concluimos los operativos a las 13000. Sin embargo el coronel había decidido dejar pasar algunas horas por cautela. El coronel siempre fue incapaz de exponer a su tropa a riesgos innecesarios.
Comenzamos la segunda fase a las 19300 horas. Fueron momentos tensos, teníamos que cubrir terreno y asegurarlo, pero sin alertar a los locales, y rogando que los encargados de la inteligencia no hubiesen descuidado ningún detalle. A las 20000 horas, ante nuestra indiscutible superioridad, los locales se atrincheraron en la última sección de la casa. El único paso estaba franqueado por una puerta de roble. El coronel mantuvo una comunicación con sus superiores y acordó que era mejor disfrutar de este avance y esperar a que las circunstancias fuesen más propicias para continuar a la siguiente sección.
Esa noche fuimos a dormir temiendo que los locales contraatacasen, a todos nos temblaba el pulso de solo pensarlo. A la mañana siguiente, el coronel estaba preocupado, igual que varios de nosotros, porque, sin habernos dado cuenta, habíamos entrado de lleno en una guerra de trincheras. Los reportes de inteligencia advertían que del otro lado de la puerta el espacio para combatir no abundaba y, progresivamente, nuestra oportunidad de tomar el lugar rápido se disipaba. El coronel ordenó preparar dos líneas de defensa frente a la puerta de roble para ganar tiempo en caso de contraataque, y dispusimos el resto de nuestros recursos para preparar las condiciones del futuro avance.
Debo admitir que fueron días muy arduos, organizamos escuadrones de infiltración, y desplegamos una red de micrófonos para tomar sonidos del territorio hostil. En un principio me opuse a tal gasto de energía por considerar que los locales ya estarían al tanto de estas técnicas y hablarían en código o nos darían datos falsos para confundirnos. Pero el objetivo de aquella tarea era otro, y aún me arrepiento de haber desconfiado del coronel; la única información que relevaríamos sería la concerniente a la rutina de los locales, solo así seríamos capaces de percibir las potenciales grietas en su sistema de guardias.
Casi cuatro semanas después el coronel decidió que habíamos recobrado suficiente información, si bien eso era cierto, entiendo que la decisión del coronel fue apresurada porque la moral de los hombres estaba en baja y requería un golpe de efecto. La guerra de trincheras es algo muy desgastarte y lo único capaz de evitar una posible revuelta era terminar todo lo más rápido posible. Según la información, a la noche comenzaban a cesar las rondas de vigilancia, pero no lo suficiente como para temer una trampa.

A las 21000 forzamos sigilosamente la puerta y, con más nervios que nunca, cruzamos el umbral. No recuerdo si fue el cabo Jenkins o el sargento Monroe quién delató nuestra presencia cuando, traicionado por su impaciencia, tumbó, sin desearlo, una silla con su fusil. Inmediatamente, preparados para lo peor, nos apostamos para la batalla. Pasaron los minutos y la espera se hacía cada vez más tensa; no podíamos avanzar sin correr el riesgo de caer en una emboscada, pero tampoco podíamos retroceder solo por temerla. Adelante nuestro, en el corazón del territorio hostil, se escuchaban ruidos; algunos apresurados, pero cada vez más sordos y lejanos. Finalmente quedamos en silencio. Confieso que ese fue el peor silencio de mi vida, cada segundo parecía una hora. En un repudiable acto de irresponsabilidad, con los nervios hechos añicos, el cabo Brown, se lanzó al ataque, dispuesto a sacrificarse solo para ahorrarnos a los demás ese destino. Pero no encontró resistencia, no pasó nada, poco a poco fue calmándose. Algunos hombres le siguieron, otros temíamos caer en una trampa infantil, pero no fue así. Finalmente el perímetro fue asegurado, la casa había sido tomada.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Un extraño




Mas de un millón de voces sintieron el golpe. Era un cuerpo extraño. Habían olvidado como defenderse. Las partes más débiles comenzaron a morir.

Él abrió los ojos.

Las voces se callaron.

Él intentó recordar. Su mente, en blanco. Sus sentidos no respondían.

La noción, detrás de las voces, tomó conciencia del requerimiento del huésped.

La luz repentina lo cegó. Se cubrió el rostro con ambas manos.

Las voces lloraron con los movimientos del extraño.

Se sentó en lo que creyó que era el borde de la cama. Sus ojos no se acostubraban a la paralizante luz todavía. Mientras tanto, trataba de entender.

El millón de voces no necesitó sonido para hablar. Ni palabras para presentarse.

Ël se estremeció. Lo invadía la calidez, la plenitud, la sincera alegría. Vio su vida de principio a fin. Vio cada detalle, una y mil veces. Aprendió que todo tenía un sentido.

La conciencia que existía detrás de las voces sintió como una parte suya había desaparecido. Supo que era inútil dejar pasar más tiempo.

Sintió que algo lo llamaba. Era algo que nunca había sentido antes.

¿Cómo se llamaría eso que sentían?  La conciencia entre las voces entendió que eso era lo que llamaban muerte.  Miles se callaban. ¿Cómo se llamaría ese antes y después? Eso era lo que llamábamos tiempo.

Él estaba entregado a esa bondad que lo había transportado. Entregaba toda su vida a eso. Sentía como su vida se repetía. Nacimiento y muerte. Cada vez como algo más lejano.

Las voces comenzaron a percibirse unas a otras. Ya no eran un todo. Todavía quedaba un resto de la noción que antes la unía. Ahí radicaba la única ¿esperanza? Si, así lo llamaban los antiguos.

El bienestar que había sentido se disipaba. Detrás de esa cortina quedaban millones de voces que se desangraban con cada latido que su corazón daba.

Las voces disminuían. Muy pocas se descubrieron lo suficientemente fuertes como para resistir una presencia. Pero había algo que las unía. Había un motivo para que la noción no desaparezca.

El brillo a su alrededor disminuyó lo suficiente para dejarlo abrir los ojos. Se vio sentado en la nada. La luz que lo había cegado se marchitaba.

La noción volvió a sentir lo que desde hacía mucho no sentía. Recordó lo que había olvidado junto al cuerpo. Y comprendió lo que necesitaba para seguir su viaje. Antes de que sus fuerzas la abandonen, la invadió la culpa y supo que  debía dar una explicación al recién llegado.

Mientras la luz moría a su alrededor, un solo destello permaneció indemne. Estaba delante suyo.
Sintió que el destello crecía. La luz lo invadió. El bienestar lo hizo caer.

Se descubrió en la cama. Trató de correr una sabana para taparse cuando recordó lo que había soñado. Sin abrir los ojos se dejó llevar por esa sensación que todavía perduraba.
Trató de recordar su sueño y se encontró con algo nuevo. Algo con lo que no había soñado, pero que había reemplazado a todo lo anterior.
Vio miles, millones de personas que decidieron vivir felices. Vio como estas eran cada vez más. Supo que el bienestar era tanto que se dejó de medir el tiempo. Y después el amor que todos sentían por la vida fue tal que ya no fue necesario un cuerpo. Todas esas almas se unieron y supieron que esa era su forma original. Pero en la carrera por seguir avanzando habían olvidado quienes eran. Para poder dar un paso adelante, era necesario volver a recordar lo que se sentía antes. Tenían que tener plena conciencia del camino recorrido para no repetirlo.
Cuando se levantó esa mañana, supo que había tenido un sueño inolvidable. Había soñado con el próximo paso de la humanidad.
Pero había olvidado que la humanidad lo había elegido a él para darlo.   

martes, 6 de noviembre de 2012

A la deriva



La tormenta de arena estaba terminando. A pesar del dolor que le causaba la arena en los ojos, la figura que ahí se encontraba no detenía su paso. El extraño hacía un esfuerzo sobrehumano para no detenerse, porque si lo hacía quedaría completamente cubierto por la arena del desierto.
Unos minutos después el viento cesó y el cielo se despejó, La figura se detuvo y miró a su alrededor para comprobarlo, un instante después volvió a caminar como si nada. Ni siquiera hizo un intento por sonreír a pesar de que dentro suyo había una sensación que podría llamarse alegría.
Hacía tiempo ya que la tormenta de arena se había disipado por completo y el hombre seguía caminando por el desierto sin siquiera vislumbrar la posibilidad de detenerse, hacía poco tiempo que había pasado el mediodía.
Ese extraño era un hombre de mediana edad, en su cenit. Desnudo y lampiño, con pronunciados rasgos y cara de nada. Con paso seguro caminaba incansablemente por aquel océano de arena infinita. Con mirada ingenua, y rostro decidido. El sol era radiante y no había ninguna nube a la vista (¿quién sabe hacía cuantos años que no había una nube por ahí?) La temperatura era altísima, pero eso no molestaba a ese hombre a pesar de tener la piel escaldada. El sol radiante quemaba su piel pero el no sentía dolor. Es que había desconectado sus circuitos de irrigación sensorial externa. De lo contrario estaría absolutamente paralizado por el dolor que le hubieran causado las tres heridas de importancia que tenía. Su brazo izquierdo estaba en pésimo estado. Casi destruido totalmente. Partes de su bio-estructura se escurrían minuto a minuto, era muy difícil calcular el grado de los daños pero era seguro que la perdida de las funciones sería total...
El daño era tal que la función autorreparativa de su biomecánica ni siquiera se activó. Automáticamente se había relegado al último lugar en la lista interna de tareas pendientes, casi sin esperanza en absoluto. También estaba dañado su pie izquierdo y, en menor medida, el muslo de la misma pierna. Al pie solamente le faltaban unos dedos y parte de la planta, así que tardaría unas semanas en autorrepararse, mientras que la herida en el muslo era menor y solo tomaría unas horas mas de dedicación en segundo plano de las partículas bioestructurales para concluir la reparación.
Con todo eso estipulado el extraño trató de ver la situación y los motivos por los cuales se encontraba caminando por el desierto, herido, hecho un despojo de tecnología viviente y pensante. Buscó a través de sus neurotransmisores y en su cavidad almacenadora de memoria pero todo estaba en blanco, incluso revisó su bitácora interna, pero está también estaba vacía. No tenía ningún recuerdo anterior a la tormenta de arena, parecía todo borrado a propósito.
En ese momento una voz resonó en su mente...

...te llaman anomalía...

El extraño se sorprendió al escuchar aquel susurro. Miró frenéticamente a su alrededor aún sabiendo que se encontraba solo, sus sentidos no podían percibir absolutamente nada. ¿Me llamo anomalía? El extraño estaba desconcertado, esa voz  ancestral había resonado desde dentro suyo, golpeándolo como un latigazo. Anomalía. Ese era su nombre. Esa verdad lo conmovió, perdió el equilibrio y cayó de rodillas. Se encontraba sufriendo una crisis en los sistemas mentales primordiales, casi lo que podría llamarse un colapso total.
Anomalía temblaba y hasta una salada lágrima corrió por su rostro mientras comprendía que aquella frase tenía gusto a recuerdo olvidado a propósito. En ese momento descubrió que su memoria no había sido borrada sino bloqueada, y que ese no era un bloqueo total. Aquella frase provenía de su propia memoria y había escapado a la barrera que detenía todos los otros recuerdos.
Arrodillado en la ardiente arena permaneció horas enteras, buscando entre sus neurotransmisores el lugar exacto por donde aquel recuerdo escapo al bloqueo, pero no hubo suerte, todo el sector de la memoria a largo plazo estaba en blanco.
Una señal de aviso interna lo sacó de su introspección, había concluido la reparación de su muslo. Revisó sus funciones aún estando seguro de que la reparación era perfecta, era una suerte de orgullo lo que sentía por sus bioparticulas, nunca fallaban Después continuó su caminata.
Estaba anocheciendo, su reloj interno activó automáticamente el modo de descanso. El extraño quedó dormido inmediatamente en el lugar en donde se encontraba, sin posibilidad de réplica.

En sus sueños una imagen difusa apareció ante él. Se trataba de una mancha de color plateado, algo metálico, con forma de rombo, en cuyo centro se encontraba un brillo carmesí. Un trueno causó que estallase en mil partes dejando a su paso una luz cegadora... A su alrededor, Anomalía escuchaba un murmullo de asombro mientras que la luz lo inundaba todo.

El extraño se despertó sobresaltado, bañado en sudor artificial y con los circuitos químico-emocionales alterados. Todos sus circuitos funcionales internos estaban acelerados notoriamente. Le tomó unos segundos serenarse, finalmente se puso de pie y comenzó a andar. Estaba amaneciendo.
Pasó las horas siguientes caminando sin prestar la atención debida a su entorno, porque el sueño que había tenido lo desequilibraba emocionalmente. Anomalía estuvo todo ese tiempo sin poder dejar de pensar en su sueño y para peor, cada vez que  recordaba aquello sentía un escalofrío. Finalmente llegó a la impulsiva conclusión de que estar en aquel estado podía resultarle perjudicial para su integridad física, entonces cambió su modo interno de funcionamiento; así abandonó el estado de "Vigilia consiente para entrar en el de ¨Supervivencia/adaptación¨. De esta forma todos sus recursos estarían ligados a la observación y asimilación del medio y de los cambios que ocurrían, así como de las estadísticas aproximadas sobre lo que ocurriría a su alrededor.
Así permaneció por más de seis horas de marcha, hasta que sus sistemas de rastreo lo alertaron sobre una estructura no natural que se encontraba a varios kilómetros de distancia, al límite del alcance de su senso-radar.
Un sentimiento agradable conmocionó a Anomalía, era una extraña forma de ansiedad, saturada de adrenalina. Anomalía tuvo que detenerse por un instante, ya que aquella sensación estaba apunto de hacer colapsar su centro quimico-emocional. Intentó calmarse, segregando pequeñas dosis de neurodopamina para relajar su agitada mente, pero aquella sensación había causado una revolución dentro de los transmisores neuronales de Anomalía y la calma absoluta parecía una utopía.
Nuevos datos llegaban a su conciencia. Eran recuerdos relacionados con aquella emoción: Era apenas un adolescente ansioso, estaba sentado, rodeado de otros como él, miles dentro de una habitación gigante. Las paredes y el techo eran grises y todo parecía frío y estéril, incluso sus semejantes, no había forma de distinguir uno de otro. Eran miles y estaban todos allí esperando algo. La ansiedad y la excitación hacían que esa espera le resultase una tortura.
Nuevamente se repitió la escena del sueño. Y cuando la luz cegadora se hizo presente y los murmullos crecieron un inmenso terror invadió a Anomalía.

En total los recuerdos de Anomalía, anteriores a la tormenta de arena, no pasaban de un par de segundos, pero tenían un efecto poderoso dentro suyo, capaces de hacerlo detener su marcha y turbarlo infinitamente. Esto lo inquieto y hasta sentirse desganado y perdido. Pero nuevamente tomó el control de la situación y decidió que sería buena idea dirigirse hacia la estructura para ver de qué se trataba. Entonces fijó su ruta y marcho en el modo supervivencia/adaptación, solo porque no deseaba gastar energías extras vagando por sus recuerdos.
Caminó durante dos días y dos noches en aquella dirección, hasta que finalmente llegó en el mediodía del tercer día.
Se trataba de una construcción de más de veinte metros de altura, totalmente derruida. Era imposible calcular su antigüedad exacta. Anomalía pensó que también sería un despropósito gastar recursos en semejante tarea sin motivos, pero con solo ver el estado en que se encontraba podía deducirse que se trataba de una construcción histórica, con siglos bajo la arena, enterrada y dejada al descubierto por los vientos y las tormentas innumerables veces.
-Siglos, quizás un poco mas- concluyó Anomalía para detener un impulso científico que, de otra forma, le demandaría aproximadamente unas once horas y veintitrés minutos en satisfacer, según sus estadísticas internas automáticas le indicaron.
Anomalía permaneció frente a la estructura por unos minutos, observando su majestuosidad, y apreciando, casi artísticamente, como esa semejante mole artificial rompía la llanura ondulante.
Una nueva sensación acometió contra la calma de Anomalía. Se sentía pequeño en comparación con aquella estructura. No era simplemente una cuestión de tamaño ni una mera observación, El se sentía realmente pequeño, solo rodeado de nada. Un escalofrío no programado nació en los pies de Anomalía y subió por su espalda causándole extrañeza. Era una reacción primal, indetenible, inexplicable a la lógica, y en el momento en que llegó al final de su recorrido, Anomalía descubrió que aquel impulso primitivo había desbloqueado otras partes de su memoria.

Tardó unos instantes en reconocerse a sí mismo en la mesa de operaciones. Era apenas un bebé, y unas maquinas trabajaban sobre su cuerpo con objetos punzantes y con destellos de luces. Esto causaba un gran dolor al pequeño Anomalía, pero después de colocar unos cables en su cabeza el dolor cesó por completo. Solo quedaba una sensación de miedo que después de unos segundos se disipó. Unas horas después el proceso había terminado. Entonces fue llevado por personas sin rostro hacía unas cámaras transparentes, su centro de raciocinio le indicó que eran tantas como adolescentes sentados en su anterior sueño. Fue dejado en una y el dolor en su cuerpo volvió con más fuerza que nunca. En ese momento escuchó una voz que hablaba directamente a su mente, esa voz le decía que estaba en una “cámaradeincubación” y que el dolor se debía a que su cuerpo estaba creciendo aceleradamente. Quien le hablaba se presentó como “El encargado”
Anomalía desconocía el significado de estas palabras, pero de alguna forma el tono calmado de la voz de El encargado logró tranquilizarlo, después de unos minutos el dolor se detuvo, Anomalía pasó largas horas dentro de la cámara y aprendió a confiar en El encargado siempre le indicaba lo que ocurriría y lo tranquilizaba cuando el dolor se hacía insoportable. Finalmente las luces de la cámara se apagaron, Anomalía estaba listo para salir.
Al terminar de revisar esa partida de recuerdos Anomalía pensó una última vez en aquella voz y una sensación cálida y agradable hizo que sonriera.
Un minuto después volvió en sí. Miró la estructura por última vez y se marchó.
Para cuando cayó la noche la construcción ya se había hundido en el horizonte.

En sus sueños volvió a reaparecer la misma escena de antes, pero esta vez todo era más nítido. El rombo plateado con su rubí central, se encontraba frente suyo. Las paredes y el techo eran de un color verde metálico. A su alrededor el murmullo se hacía audible. Una palabra se repetía constantemente: Anomalía.
El trueno calló todos los murmullos, y el suelo empezó a temblar. La luz cegadora hirió a Anomalía. Y donde antes hubo murmullo, ahora habían gritos de asombro.

 Anomalía se despertó sobresaltado, su radar lo alertaba sobre una tormenta de arena que se dirigía hacía donde el se encontraba. Estaba amaneciendo.
Automáticamente comenzó a correr en dirección contraria a la tormenta. Debía alejarse lo más rápido posible de la tormenta. La herida de su pie aún no estaba reparada por completo y su brazo seguía inutilizable. Esto complicaba seriamente su huida y como lo había previsto desde el comienzo de su carrera desesperada, un centenar de metros bastó para que la tormenta lo alcanzase. Una vez dentro supo que era inútil luchar contra la tormenta, así que dejó de correr para solamente seguir caminando hasta que la tormenta cese, sabía que si en algún momento se detenía, sería sepultado vivo por las toneladas de arena que la tormenta dejaba a su paso.
Anomalía caminó tres días enteros sin detenerse. En la mañana del cuarto la tormenta se detuvo y Anomalía se encontró frente a frente con otra construcción mucho más extraña que la anterior. Mucho más antigua también por lo que le indicaba sus circuitos exploradores internos.  Frente suyo se erigía un portal de más de cien metros de altura. Parecía labrado en un mineral que Anomalía no pudo reconocer, y según su sistema cualitativo era imposible de fechar su antigüedad. El material era oscuro, frío y opaco.
No parecía algo de este mundo.
El descubrimiento despertó asombro en Anomalía, pero esta sensación fue rápidamente reemplazada por otra mucho más desagradable. Anomalía sintió miedo y desamparo frente a este portal. Y nuevamente recordó. Viose corriendo hacia unas puertas plateadas que se cerraban a medida que el se acercaba. A pesar de sus esfuerzos supo que no llegaría y en un acto desesperado, lanzó su cuerpo hacia la cada vez más pequeña apertura.
Un estruendo indicó que las puertas se habían cerrado, Anomalía apretaba los ojos para resistir el dolor, luego de unos instantes de shock pudo concentrarse lo suficiente como para cancelar la función “dolor” de su sistema regulador. Con temor abrió los ojos para descubrir que gran parte de su cuerpo había sido prensada por la puerta al cerrarse y peor aún era que el se encontraba fuera...
Anomalía cayó de espaldas sobre la hirviente arena. Acongojado, como si hubiera descubierto muchas cosas más de las que descubrió. Miró su brazo faltante y suspiró.
Tambaleante se puso de pie y se acercó hacia el portal en frente suyo, y apoyó su mano en él frió mineral. Una lágrima corrió por su rostro ahora inmutable, y así permaneció hasta que anocheció.
En su sueño apareció una vez más la escena anterior, pero esta vez fue muy diferente a las demás. Ahora podía ver con claridad lo que ocurría. Nuevamente se encontró frente al rombo plateado y un instante después este estalló para dar paso a la luz cegadora y a los gritos. A medida que pasaron los segundos y sus ojos se acostumbraron al brillo, los gritos dieron paso a murmullos y a expresiones de asombro. Delante suyo se encontraba el desierto. Pero no a su alrededor, ahí estaba bajo techo y en una habitación enorme, con un tumulto a sus espaldas. En ese momento sitió como una mano se apoyaba sobre su hombro. Anomalía giró la cabeza para ver quien era y vio a un hombre ya anciano, con una sabia pero triste expresión en el rostro, a quien Anomalía reconoció como El encargado, este bajo la mirada al encontrar los ojos de Anomalía. Un segundo después Anomalía preguntó al Encargado si se encontraba bien, a lo que aquel respondió con una sonrisa mecánica. Anomalía miro a su alrededor y vio a mas de un centenar de figuras similares al Encargado, vestidos con túnicas y capuchas coloridas e idénticas para todos.
Algunos se horrorizaron al haber sido vistos por Anomalía, otros se taparon las caras, pero lo que los caracterizaba era la expresión de asombro ante el desierto que se habría ante ellos.
Las puertas estaban abiertas por completo, Inmediatamente Anomalía supo que eso no era algo que pasase regularmente.
El encargado señalo hacia el exterior y miró a Anomalía, como indicándole que hacia allí debía dirigirse, un segundo después, suavemente, presionó su hombro con una mano para encaminarlo.
Lo acompañó unos pasos. Anomalía comenzó a sentir miedo. Porque comprendió que se dirigía hacia lo desconocido. Porque era el único. Porque...
  El Encargado se dirigió a el nuevamente- Debes ir por ese camino, señalando el desierto. No debes detenerte por mucho tiempo, es peligroso que vuelvas atrás.-
Anomalía sintió que era imposible resistirse a esa orden, pero un segundo antes de partir se volvió hacia El encargado y le preguntó el por qué de su partida.
El encargado se acercó a él por una ultima vez y le dijo –Eres un fallo en el sistema, nuestros expertos te llaman anomalía. Nuestro mundo ya esta ordenado y no nos sobran recursos. No podemos darnos el lujo de mantenerte con nosotros únicamente por gusto científico. Ahora camina.- Después de escuchar estas palabras y sin haberlas comprendido, Anomalía se encontró caminando por el desierto cuando escuchó un estruendo similar al que habían hecho las puertas al abrirse. Dio la vuelta y vio como, detrás suyo, las puertas de una majestuosa ciudad plateada se cerraban. Corrió, con toda la velocidad que pudo, lleno de miedo y de angustia. Corrió, dio su mejor esfuerzo, pero eso no alcanzó para llegar a tiempo. Como consecuencia su brazo y su pierna fueron aplastados por las gigantescas hojas de plata de unas puertas sin misericordia.

Anomalía abrió los ojos, estaba amaneciendo, se puso de pie y sacudió la arena de su cuerpo. Pensó en quedarse un momento observando el amanecer, pero una voz interior le decía que debía marchar. Anomalía comenzó a caminar por el desierto, sin un destino, totalmente a la deriva. Añorando en secreto la ciudad de plata que lo había expulsado.

lunes, 23 de enero de 2012

Vidas Paralelas

Era de noche, Gastón subió a la terraza de su casa para regar las plantas. El agua y el fresco de la noche eran la mejor terapia que aquellas pobres plantas podían necesitar despues de una caluroso día de verano. Gastón tomó la botella de plástico y la pùso bajo la canilla abierta hasta que estuvo llena. Luego se acercó a la primer fila de macetas y comenzó a echarles agua suevemente, como si en realidad fuese una tenue lluvia de verano. El nebuloso ser a su lado le dijo: -Las plantas conocen tus intenciones.- Gastón lo vió y sonrió asintiendo, luego sacó un paquete de cigarrillos de su bolsillo y prendió uno. El ser a su lado prosiguió: -Es una forma de instinto muy elemental lo que ellas tienen, ellas saben si vas a hacerles daño o no. Desde que dejan de ser semilla y conocen por primera vez la luz del sol en sus tallos y hojas, prestan atención a su entorno. Ellas saben si un insecto va a devorarlas por completo como una plaga o si va a brindarle algo a cambio, formando una simbiosis.- Gastón se acercó a una planta muy jóven que había delante suyo y apoyó el encendedor en uno de sus tallos. El ser nebuloso miró hacia las estrellas tomándose unos instantes antes de contestarle: -Como te dije, las plantas leen las intenciones, todas sabían que no lo harías, lo sabían incluso antes de que tu decidieras intentarlo. Leen en tu interior, las riegas noche a noche, las cuidas diariamente, saben muy bien que jamás las dañarías así como así.-
Gastón vio su mano sosteniendo el encendedor y luego recorrió con la vista la terraza. Estaba solo. Guardó el encendedor en el bolsillo, junto al paquete de cigarrillos y siguió regando cuidadosamente las plantas, fumando en silencio, sintiendose en calma.

sábado, 22 de octubre de 2011

Requiem

Todos los insectos en la cercanía se enteraron al escuchar los gritos del mosquito que desesperado volaba de un lado al otro. Escuchar esa noticia era como enterarse de que el mundo se venía abajo. Era gravísimo lo que estaba pasando. La araña estaba muerta. Recién cuando el saltamontes pudo contener al casi demente mosquito, recién ahí se enteraron de que la araña había sido asesinada. Su prima la araña galponera, tuvo un colapso nervioso y hubo que alcanzarle una almohada porque se desmayó.

Justo la araña, tan fuerte y voluntariosa que era. Siempre tan predispuesta para ayudar a todos.

Solamente la mosca Rita no se mostró triste al escuchar la noticia. Era porque ella y la araña habían discutido hacía poco tiempo. Pero al poco tiempo de escuchar la noticia Rita no aguantó las lágrimas y rompió en llanto. Tanto tiempo fueron amigas como para poder olvidar una discusión.

Pasaron unos minutos y nadie podía comprender como alguien había asesinado a la araña. Era la mas fuerte de los insectos del jardín. No podía ser verdad.

Finalmente una cucaracha se ofreció para ir a verificar si lo que el mosquito decía era cierto. Entonces se lustró bien el caparazón y se dirigió con rumbo a la casa donde estaba el cuerpo de su amiga.

Pasaron los minutos y la intriga crecía, al cabo de media hora una de las pulgas, que estaba subida al árbol, vio que la cucaracha regresaba.

Estaba mareada, muy mareada. Y estaba pálida también. Les dijo que había visto el cuerpo de su amiga y que por acercarse ella había resultado envenenada también. Pero que como había hecho a tiempo a salir rápido el efecto del veneno no era muy grave.

Pasaron unos minutos y la cucaracha se recuperó.

Todos los insectos se juntaron para decidir que hacer. Estuvieron debatiendo por horas hasta que finalmente llegaron a una conclusión.

Ya era madrugada cuando entraron a la casa y fueron directo al baño. La familia estaba durmiendo Así que no serían interrumpidos. Llegaron a donde se encontraba el cuerpo de la araña, al lado del bidet. Todos estaban muy tristes, algunos lloraban. Entre todos hicieron una procesión cargando el cuerpo de su amiga hasta el inodoro donde un grupo de hormigas laboriosas, tras mucho esfuerzo, logró hacer correr el agua. Así se despidieron los insectos de su amiga, en silencio y con el aroma a desinfectante del agua en lugar de flores.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Cuidado con las ofertas

Al principio, como era de esperarse, a nadie pareció llamarle la atención la máquina del tiempo. Apareció publicitada en una revista como tantos otros artilugios ingeniosos que solo servían en la imaginación de sus compradores. La única diferencia era que la máquina del tiempo sí funcionaba. El aviso era bastante simple: ¿cansado de llegar tarde? ¿siente que no le alcanzan las horas del día? TimeStop® es la solución a sus problemas. El aparato era una cajita de unos veinte centímetros de lado por cuatro o cinco de alto con un pulsador en su centro. De más está decir que no se trató de un éxito comercial, y eso no era precisamente debido a que el producto fallase; de hecho, innumerables travesuras fueron perpetradas por sus dueños (niños en su totalidad, por suerte). El pulsador permitía al usuario detener el tiempo con una pulsación quedando él libre de hacer lo que se le ocurriese, la detención temporal duraría mientras las baterías del producto tuviesen carga óptima, al bajar la carga un mecanismo automático se disparaba retomando al tiempo a su flujo normal. Todo esto pasó desapercibido por los adultos responsables que solo vieron como sus hijos e hijas ponían baterías nuevas en una cajita que las consumía en instantes sin que nada especial ocurriese. Los padres nunca entendían por que eran tan felices sus hijos con el TimeStop®. Sin embargo las ventas del producto alcanzaron para costear los costos y financiar un futuro relanzamiento mejorado del producto. Dos años mas tarde apareció en las revistas dominicales el TimeMaster®, versión mejorada de su predecesor y de ahí solo pudo suceder lo peor. Un incauto compró el aparato y luego de activarlo se le soltó de las manos, estallando en mil partes al chocar contra el suelo, quedando el tiempo detenido para siempre.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Esqueleto.

-Señor alcalde: ¡volvió a aumentar el delíto!-

-Muy bién, los delincuentes no se saldrán con la suya ¡Tiren la bomba!-

-Fin de la ciudad.